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                 III.- LA LLAGA DE TUS PIéS       nos llega, para empuñar el remo de tu barco y
                                                  poner proa firme y segura hacia un mañana de
            tomo con reverencia en mis manos Señor   justicia y paz.
          tus piés, enredando mis oídos en el silencio de   Por eso las llagas de tus pies, huella fría de
          la noche cerrada de tus dedos agarrotados.  los clavos en tu carne, no pueden ser cerrojos
            Beso Señor tu llaga, el hueco de tu carne   de esas puertas, sino ventanas que nos abran
          que las lágrimas de la Virgen nunca debieron   la  Verdad  del  necesario  camino  hacia  ti,  del
          hoyar. Y la tomo para seguir tus huellas, para   ineludible  camino  que  nos  haga  encontrarte.
          buscar los mismos senderos que, desde peque-  Por eso las puertas del arenal y de Carmona,
          ño me enseñaste en esta ciudad.         no son puntos cardinales contrapuestos en el
            Puertas de entrada y salida. entrada hacia   alma de la ciudad, sino puntos de unión de un
          el  corazón  de  la  ciudad,  como  aquella  tarde   Cristo que no está sentado, sino levantándo-
          en Jerusalén ¿te acuerdas Señor? Una ciudad   se con seguridad hacia la Cruz y otro que no
          confiada, alegre, despreocupada, como nuestra   está colgado, sino que se acerca hacia nosotros,
          propia ciudad; un tanto inconsciente del sufri-  como en la noche de Belén, esperando la resu-
          miento que se avecina, de la angustia que ya te   rrección.
          pesa en el corazón.
            ¡Cuántas  veces  hemos  andado,  he  andado   IV.- LA LLAGA DE TU/ MI COSTADO.
          Señor ese camino de ignorancia, de indiferen-   VIVENCIAS COMPARTIDAS
          cia, de agitar palmas sin reparar en la pesada
          sombra de la cruz hecha envidia, soberbia, mie-  tomo con reverencia en mis manos Señor
          do…! Hasta que la soledad del Huerto de los  tu costado, deslizando mis manos en tu piel,
          Olivos nos ha enfrentado con la cruda realidad  abrazando mis brazos  en la red de tu torso,
          del dolor, del miedo a perder aquello que hemos  terso y frio.
          amasado gracias a ti y también de espaldas a ti.  Han sido muchas las veces que me he in-
            Puertas  de  salida  a  los  demás,  al  mundo,  troducido en esa llaga de tu costado para co-
          para anunciarte, para proclamar el reino que  nocerte, para interiorizar en mi fe. Muchas las





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