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52 Carretería - Cuaresma, 2012
rito, de unas imágenes que se conviertan en es- VIII.- EPÍLOGO
culturas. Podemos transformar, casi sin darnos
cuenta, nuestras hermandades de instituciones Pero para conseguir esta hermandad, cada
vivas en piezas de museo; bellísimas piezas de uno de nosotros, los que hoy nos encontra-
mos en esta capilla, no más lejos, no como
museo, hermosísimas manifestaciones cultura- una idea inalcanzable, no como un objetivo
les, pero absolutamente frías, muertas, faltas de más o menos vago, tú y yo hermano de esta
vigor espiritual y de calor humano. antigua hermandad de La Carretería, hemos
Levantemos nuestra vista a lo fundamental, de comprometernos contigo Señor de la Sa-
redescubramos lo fundamental y dejemos en un lud, hemos de tomar tus pies, tu costado, tus
segundo plano lo accesorio, porque redescubrir manos y cerrar definitivamente esas llagas,
lo fundamental es garantizar que se camina por paliar para siempre esas tres necesidades que
la senda correcta; por el contrario encumbrar dejaron a tu madre en el dolor mayor, en la
aquello que se aparta de nuestro fines primige- soledad más absoluta.
nios es eclipsar lo único que debe dar sentido a tú y yo hermano hemos de decidir, hoy
la Hermandad, que no son el brillo y los orope- mejor que mañana, qué costalero quieres ser
les, no las riquezas y los honores, no la reper- en este Misterio de tu/mi Cristo de la Salud.
cusión mediática ni el número de hermanos, ni Quién soy, quién eres, con quién nos iden-
tan siquiera nuestras queridas imágenes, sino tificamos. No te engañes, hermano, habéis
sólo aquellos a quienes éstas representan. optado libremente, hemos optado libremente
Sólo desde el cuidado de aquello que desde por una túnica azul para hacernos uno, sin
siempre fue el eslabón entre las distintas gene- individualidades delante de este Hermano
raciones, podremos ofrecer a nuestros hijos y Mayor que nos preside en la Cruz. Vamos
nietos, las mismas instituciones ricas, plenas impecables, señoriales, austeros o alegres
de sentimiento y verdad que nosotros hemos nazarenos de Sevilla; pero debajo, pegado al
heredado. forro y al blanco pañuelo que protege el ros-
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