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Meditación de las Cinco Llagas


       y tú estar hasta el final.                 Pero no te conocía.
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       Tu pie izquierdo reconoce                  saber, Cristo carretero,
       todas mis grietas y estrías,               el final de tus pisadas.
       y las veleidades mías                      Me sentí entonces tan débil,
       al ocio insano y al goce,                  tan flaco y tan sin sustancia,
       no soy uno de los doce                     que en aquel lugar tan hondo
       que a los doce se sumaron.                 y oscuro donde me hallaba
       Aquello que lo dejaron                     medité sobre la muerte
       todo y cogieron las redes.                 y la vida, separadas,
       Pero, Señor, tú que puedes,                por esa delgada línea
       busca a los que me empujaron.              donde yo me sujetaba,
                                                  donde puse el pie izquierdo
       Busca a los que me sacaron                 Porque no me resbalara.
       de la luz y al pozo triste                 Allí,
       donde estoy, donde me viste,               al borde de la cascada, sobre aquel
       donde me ves, me llevaron.                 acantilado
       Busca a los que me embaucaron              se piedras sin esperanza, noté mi pequeñez
       que yo por ellos pequé.                    de cobre,
       Yo por ellos me arrojé                     mi fragilidad de cal humana.
       este inmundo precipicio                    allí, en lo más hondo,
       donde no llega un resquicio                me acordé de tu sangre derramada
       de tu luz y de tu fe.                      Por amor en el madero. Y resucité contigo.

       Cuando escribo todo esto                   LA MANO IZQUIERDA: DIOS TE LLEVA
       te has asomado a mi vida                   POR SEVILLA
       cuando menos lo esperaba.                  Miro tu rostro, tu barba poblada,
       Has venido a visitarme,                    tus potencias, tu abdomen y tu pecho,
       y vino tu pie izquierdo                    eres y pareces hombre, y es que, de hecho,
       imprevisto y sin palabras.                 por ser hombre está tu piel llagada.
       Era un fresco mediodía                     Miro tu dulce muerte traspasada,
       de principios de febrero.                  tus ojos milagreros en barbecho,
       Alguien me enseñó tu estampa.              así como cansados del gran trecho
       Una foto de esos pies                      que anduvo la Salud en tu mirada.
       que ahora busco y ahora canto              Te miro y sé que tienes treinta años
       y el camino me señalan.                    y tres de vida pública sirviendo
       La mirada bondadosa                        De voz y de vocero a la noticia.
       de una anciana frente a mí                 Te veo, y me pareces entre paños
       satisfecha te nombraba.                    envuelto, como un niño renaciendo
                                                  que espera simplemente una caricia.
       En aquella estampa estaba
       Tu pie izquierdo, mi Señor,                Cuando te miro muerto,
       como ahora me lo alcanzas.                 clavado en la cruz y la cruz clavada
       No supe reconocer,                         sobre el paso de acantos y de lirios,
       pero estaba allí llagado                   como una flor recrecida sobre el ramo
       para que yo meditara                       que la soga sostiene y apelmaza,
       yo no conocí tus pies,                     cuando te miro muerto,
       no conocí tus pisadas,                     veo tus manos ni abiertas ni cerradas,
       ni conocí yo en la Cruz                    simplemente dispuestas a lo eterno.
       tu Salud que a todos salva.                Tus brazos están como tendidos a lo alto,
       Dudé, me callé y fingí                     A la inmensidad de Dios,
       saber mucho de esas altas                  igual que un niño que busca la mano de su
       verdades que contaste                      padre.
       transformadas en parábolas.


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