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Carretería - cuaresma 2015
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             El que viene a servirse y a sufrir, mejor que no venga. Se lo agradecerá su vida, su familia y su trabajo.
             No concibo los eternos sufridores llenos de resentimiento, porque nunca aportarán nada bueno.

             Que se apunten a un club social, pagando sus carísimas cuotas y que allí los soporten, donde, seguro,
             sus frustraciones pasaran más desapercibidas.

           - Otra llaga lacerante, es la del ser y del estar. Parece igual pero no lo es. No es lo mismo ser de una
             hermandad, que estar en ella. Yo estoy en San Lorenzo y soy de la Carretería. El que llega pretendiendo,
             cuando siempre fue y nunca estuvo, es un peligro en esencia, presencia y potencia. Que peligrosos son,
             cuando aparecen por una hermandad que está feliz y bien regida, porque los problemas enseguida
             surgen.

             Más válido es un hermano asiduo durante cinco años que un ausente de veinticinco. De la asiduidad
             nace el cariño y si este es desinteresado, cuanto mejor. Que poco aportan los antiguos con pretensiones,
             que tuvieron la suerte y su hermandad la desgracia, de que fueron inscritos al nacer.

           - Y una llaga, que por su antigüedad es crónica, no cicatriza sino para desgracia empeora, es la que aplico
             a las estaciones de penitencia. Las hemos convertido en una carrera contra reloj y está comprobado
             que de nada sirve la buena voluntad para solucionarlo, en las llamadas convivencias de día. Nadie
             renuncia a su horario, su orden ni itinerario aunque estos sean mejorables en beneficio de todos.

             Cada vez se hace mas difícil seguir queriendo a lo que tanto se ha querido.

           - Otra llaga, quizás la más triste, es la
             incomprensión con la que históricamente nos ha
             mirado una parte del clero.

             Saben, que la llamada religiosidad popular se
             basa en las hermandades y que sin estas esa
             religiosidad simple y llana, pero cierta y
             absolutamente sana no existiría. Nos soportan
             casi por obligación, pero no nos comprenden.
             Cuantas veces se ha necesitado su sabia mano
             para resolver conflictos, y lejos de solucionarlos
             los han enmarañado mas. Cuanto hemos deseado
             una predicación rotunda en un momento delicado,
             y como ésta nos ha dejado indiferentes y
             decepcionados.   Que   buena  ocasión
             desaprovechada para actuar con paternal
             compromiso.

             Muchos de nuestros Directores Espirituales
             necesitan un curso de formación a los que son tan
             dados.
           - Y  otra llaga, la mas hiriente y cruenta, la del
             costado de Cristo, la equiparo a la pérdida de
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