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Carretería - Cuaresma, 2013
En la Calle Varflora La angostura de la calle
no quisiera permitir
la salida, pues parece
que el paso no tenga fin.
Desde la calle Varflora , Ya roza el respiradero
muy cerca del arenal, sobre la pared frontera
sale un paso de caoba y aún se queda la trasera
de perfección celestial. en la penumbra del templo.
En él las hojas de acanto Pero gira, pasa, sale
se entremezclan y se abrazan rozando pared y umbral
agavilladas con lazos con costaleros de arte
de cordones de esperanza. y un perfecto capataz.
Tres cruces sobre tres riscos Tras la lenta revirá
y en ellas crucificados la calle se vuelve gloria
en el centro, Jesucristo y las palmas rezarán
y un ladrón a cada lado. oraciones fervorosas.
Dimas, el de la derecha
solicita su perdón, El pueblo, sobrecogido,
y su gesto de nobleza contempla su faz doliente
le vale la salvación. que en su cuerpo, entumecido,
se está cebando la muerte
A sus pies, una Señora
hecha jirones de Luz Y aunque va entre dos ladrones
derrama su amarga pena y enclavado en una cruz
por la vida de Jesús. le piden sus bendiciones,
al Cristo de la Salud.
Sobre la estrecha calleja,
junto a las puertas del templo, Agustín Pérez González
el pueblo de Dios espera (Del libro “Cofrade por la Gracia
en oración de silencio. de Dios)
Mayor Dolor Siete fuentes que la calle
van sembrando de dolor,
Cuántos puñales se clavan siete cuchillos que cortan
En tu pecho dolorido, a trozos tu corazón.
Siendo, como Tú lo has sido
Madre de Dios y su esclava. Siete rosas del rosal
de tus rosadas mejillas
Siete lágrimas rebosan en las que quiero posar
Desde tus divinos ojos besos de toda Sevilla.
Que son siete blancas rosas,
Siete enhiestos gladiolos. Mil besos que yo hago uno
para poderle expresar
Siete penas que atraviesan mis sentimientos más puros
Tu corazón, siete lirios mi saeta, mi cantar
que te perforan las sienes a esa Madre que va
con su morado martirio regando todo su Amor
cuando vuelve al arenal:
Siete arroyuelos que arrancan Virgen del Mayor Dolor.
la juventud de tu cara.
Siete ríos de esperanza
que nacen desde tus lágrimas. Agustín Pérez González
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