Page 45 - Boletín 159
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Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
IN MEMORIAM: Antonio Fernández Soler
Me es muy difícil resumir en unas breves
líneas las vivencias, la devoción y el amor de una
persona hacia la Sagrada Imagen del Stmo. Cristo de la
Salud y su Hermandad de la Carretería y más aún
tratándose de mi padre. Son tantos los recuerdos que
tengo de él ligados a la Hermandad, que se me agolpan
en la memoria, por lo que trataré de resumir algunos de
ellos, pidiendo a los hermanos que comprendan la
emoción que me provoca escribir este artículo.
Antonio Fernández Soler, nace en la entonces
calle Varflora frente a lo que hoy es el bar El Postura, en
los altos de la alpargatería de Navarrito, para
posteriormente trasladarse al Paseo de Colón, donde
transcurre su infancia y donde, por suerte, también
nacimos dos de sus hijos. De su casa siempre nos
contaba miles de anécdotas y de sus vecinos Doña
Pura, Enriqueta, Agustín y, sobre todo, de Filomena, la
madre de los Bustos, a la cual quería como si fuera de
su propia familia (en la entrevista aparecida en este
boletín, por un fallo de imprenta se suprimió el párrafo
al cual le hacía mención, cosa que le disgustó bastante, pero como siempre tenía en mente que todo
lo que hacía su Hermandad estaba bien nunca nos hizo ni a mí ni a nadie ningún reproche al
respecto). Entre esos vecinos se encontraba su amigo Luís Martínez Montenegro, que fue quién
oficializó su ingreso en la Hermandad de su barrio, a la que desde pequeño siempre veía y acudía a
pesar de no ser hermano. Esto fue al principio de la década de los sesenta. Desde ese momento vistió
la túnica de la Hermandad hasta que ya por motivos de salud tuvo que dejar de hacerlo.
Como ya dije antes son muchos los recuerdos que tengo de él y mi madre vinculados a la
Hermandad a la cual fue apuntando en su nómina a todos sus hijos, su esposa y posteriormente a sus
nietos, llenándose de orgullo cuando nos veía a todos en el Via Crucis o en la Función Principal y,
sobre todo ni qué decir tiene, cuando nos veía revestidos de nuestras túnicas de terciopelo o de
monaguillos a los más pequeños.
Tengo grabados en la memoria varios hechos que me narraba, así como vivencias con él
que me gustaría relatar. En especial la de la primera vez que vestí nuestra túnica, la cual recogimos
un Miércoles Santo y mi madre me tuvo que arreglar de prisa y corriendo. El Viernes Santo fuimos
en taxi desde mi casa, ya en la barriada de Elcano (motivo éste por el que quizás perdió algo de
contacto con la Hermandad, ya que la comunicación del extrarradio con el centro era muy precaria
entonces), hasta el Prado de San Sebastián, porque chispeaba y se temía que la cofradía no saliera,
como desgraciadamente así ocurrió, se le notaba orgulloso de llevar de la mano a su hijo mayor;
orgullo que posteriormente se vio incrementado al unirse a nosotros una de mis hermanas, uno de
sus yernos y cuatro de sus nietos.
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