Page 33 - Boletín 159
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Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
Carretería - cuaresma 2014
EL VÍNCULO QUE ATA
Llegas en las vísperas gozosas de la tarde azul y te enfrentas al otoño desatado por el viento de la infamia.
Soberbio, alto, oscuro, serio. Es el final del huracán que ha barrido el universo tras el grito pronunciado allá en lo
alto; como si al abrirse los cielos un torbellino de sufrimiento hubiera barrido toda la hojarasca del mundo que ahora
se arremolina aquí, precisamente aquí, en esta capilla que tan bien conoces, entre estos azulejos altos y molduras
celestes donde aprendiste a colocar tu mano en un libro, a agarrar un cirio, a saber de la luz, de la fe, del dolor y de la
salud. El canasto permanece callado, en silencio, sin los quejidos del crujir de la madera de la tarde del Viernes
(crepitar de hojas secas bajo el peso de las pisadas de los hermanos). No han caído aún bajo los pies sagrados del
Cordero los verdes tallos, ni las rojas gotas de sangre manchan la tierra abierta por el trueno, ni el violáceo abrojo, ni
los sarmientos vuelan enredándose en el aire de la calle.
Llegas y te topas con él. Antes que la cálida mirada entristecida de Ella que te susurra, antes que las manos
afanosas de los amigos del Señor que te sostienen, antes que la poderosa cabeza inerte de nuestro Cristo que te
llama, antes que los hermanos gozosos que te abrazan; antes que todo eso es la enrevesada locura, la incomprensible
y bella anarquía de la madera la que sale a tu encuentro. Y en medio de ella, soberbia, segura y fuerte la maroma que
ata, que une, que mantiene unidos sin romper, sin forzar, todas y cada uno de las pámpanos secos de este barco que
sostiene la Salud del mundo.
Entre las muchas las velas, el ancla quedaba
leyendas de su hechura se cuenta i n s e r v i b l e , e l t i m ó n
que, una vez acabadas de tallar ingobernable, los palos en el
todas las hojas, alguien cayó en suelo de los astilleros.
la cuenta de que aquella
composición era irreal, que la Q u i z á f u e r a
lógica decía que sin algo que conveniente que, al llegar en
abarcara alrededor aquel esas vísperas gozosas de la tarde
conjunto, las cientos de rebeldes azul a los muros de la capilla,
y punzantes hojas deberían comprobáramos si el férreo
dispersarse, caer, volar, nudo que ata los cabos del
disgregarse en medio de las cíngulo dorado se mantiene
gentes y entonces... entonces nada quedaría de aquel tenso o si, por el contrario, hemos ayudado a aflojarlo; si
ímprobo trabajo, de aquellas tardes interminables nuestras manos han halado para ayudar a mantener cada
repujando la madera virgen para darle vida... entonces hoja en su sitio o si hemos soplado para hacerlas migajas,
aquella obra que habría de asombrar a la ciudad quedaría irreconocibles fantasmas perdidos para siempre. Quizá
muerta. conviniera a todos vigilar, velar, para que ese símbolo de
unidad, esa cadena que nos ata en un solo cariño, en una
Fue entonces cuando (de nuevo la genialidad)
esa gruesa estacha dorada vino a ceñir todo el canasto. sola devoción, en una sola fraternidad, en un solo
Quizá fuera la última aportación del gremio que marcó la nombre, Carretería, se mantenga firme, segura, viva y
fresca.
vida de la Hermandad en los siglos anteriores, quizá una
mirada a los brazos de Cristo, quizá la memoria de los Sin esa gruesa cuerda dorada que nos envuelve
cercanos galeones ¿quién sabe? Es posible que sólo a todos, sin los brazos del Señor que nos unen, la viña de
fuera el sentido común, aquel que nos dice que sin algo la Hermandad, de nuestras hermandades, quedará sin
que nos una nada queda, aquel que nos habla de que sin fruto; cuando menos será una higuera seca, un huerto
unidad no somos nada, aquel que nos recuerda que "En vacío, en el mejor de los casos un deslavazado
esto conocerán todos que sois discípulos míos: si tenéis maremagnum irreconocible, en el peor un signo de
amor unos para con otros" (Jn. 13, 35). antitestimonio cristiano del cual algún día, Aquel que se
entregó por amor, habrá de examinarnos a todos.
La República de Venecia controlaba en el siglo
XV de forma exhaustiva las rutas comerciales que
aseguraban la llegada del cáñamo a su arsenal, pues era Joaquín de la Peña Fernández.
la materia prima con la que se elaboraban maromas,
estachas, cordeles, obenques y toda clase de cables. Sin
ellos un barco no podía navegar, no podían desplegarse
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