Page 3 - Boletín 159
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Carretería - cuaresma 2014
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                              MIS TRES NECESIDADES

              Apuraba el café de la mañana, mientras mis manos devoraban con ímpetu las hojas de un ABC, que
       ampliaba la información cofradiera entre sus páginas de la sevillanía clásica. Ya las tardes eran más largas y por
       el Aljarafe, el sol era más redondo y moría con belleza en un ocaso que pregonaban los primeros vencejos.

              Acababa de aterrizar en mi segunda tierra que heredé en la sangre de mis abuelos. Sevilla se convertía
       en plaza y morada laboral, justo cuando acababa de cumplir la mayoría de edad, que venía a otorgarme un
       comienzo y un futuro, pero siempre en las manos de Dios. Atrás quedaba Madrid con sus grises herrerianos y
       su inmensidad que asfixiaba,  condenándote en ser para siempre, un ciudadano anónimo hasta para tu propio
       vecino. Pero todo enriquece y de todo se aprende.

              Mi Jerez natal, me otorgó desde la cuna mi condición cofrade, y sin caer jamás en el lerdo mimetismo,
       la raza cofrade en la tierra de la Faraona, hizo mirar a nuestros mayores desde siempre a la ciudad de la Giganta,
       por  haber  pertenecido  hasta  hace  dos  días,  a  la  propia  archidiócesis  de  Sevilla.  He  aquí  que  como
       comprenderán, para un cofrade de los jartibles como un servidor, llegar a Sevilla por trabajo y elegir una
       hermandad, era como invitar a un niño a entrar una juguetería,  para que este elija de entre los estantes aquello
       que más le gusta y le sugiere.

              Pero  me  prometí  calma  y  sosiego  mientras  que  iba  deshojando  la  margarita  de  mis  amores
       cofradieros, entre la que despuntaba de manera sobresaliente aquella cofradía romántica del Arenal. El viejo
       gremio de los Toneleros de la Virgen de la Luz, me conquistó primero en mi infancia con aquellos vídeos de El
       Correo, y más tarde, cuando tuve medios y edad, con mis escapadas en aquellas tardes de Viernes Santos,
       entonces plácidas y soleadas, en las que pude emborracharme de la Sevilla de siempre con el viejo barco de
       hojarascas y la herencia de las Antúnez, malograda por un incendio, en donde siempre la Virgen del Mayor
       Dolor, pasaba por mi lado conquistándome cuando   Soléa nos da   la Mano y ya no nos deja nunca en la
       eternidad de Varflora.

              Pero quería dejar actuar a Dios, y como no creo en las casualidades y sí en el Espíritu Santo, aprendí
       que en una época en donde aun no existían las redes sociales, Dios se manifestaba  hasta en las hojas de un
       periódico.

       “Ejercicio  de  Quinario  que  La  Pontificia  y  Real Archicofradía  de  las  Tres  Necesidades  establecida
       canónicamente en su Capilla de la CARRETERÍA…”

              Sin lugar a dudas, entendí en aquella mañana de café y prensa, de Cuaresma incipiente y soles
       grandes y redondos por el Aljarafe, que Dios ya se había manifestado, y ante mis tres necesidades, me invitaba
       a saciar mis ansias con el cumplimiento de unas Reglas aún por jurar.

              Tomé siempre asiento  temprano durante aquel Quinario, para dejarme envolver por  aquel Calvario
       de Salud. Buscaba   entre los bancos la mirada ascendente de la Virgen del Mayor Dolor, mientras me
       encontraba con el desaire desafiante de la cobardía de un Gestas, que nos miraba sorprendido a todos aquellos
       que celebrábamos nuestro Credo, ante un Cristo muerto en la Cruz y vivo y resucitado por siempre en la
       Eucaristía.

              Al finalizar el quinto día, solicité ingresar como hermano en aquella cofradía romántica de toneleros
       que a orillas del Río Grande, miraron siempre al Nuevo Mundo recién descubierto.

              Yo tenía por entonces Tres Necesidades, que sacié en aquella Capilla de la Carretería. Salud para mi
       alma, Luz para aquellas tinieblas que me ahogaban y sobre todo ganas de HERMANDAD, que encontré en la
       familiaridad de una cofradía hospitalaria que supieron hacerme un sitio, del que tanto disfruté como uno más,
       en aquellos años de estancia en mi querida Sevilla, en la que en aquella mañana de prensa y café, de nueva
       Cuaresma y soles grandes por el Aljarafe, vine a saciar  ya para siempre mis Tres Necesidades, entre bosques
       de cera y nubes de incienso, cuando en el aire flotaban las notas del Stabat Mater.

                                                                 Marco Antonio Gómez Moreno
                                                                                          3
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